Yunho permaneció en silencio mientras los mayores hablaban del futuro del clan.
De reojo miraba a su padre. Lo admiraba: no parecía temerle a nada, ni siquiera al líder de la otra manada, Soo, conocido por su perversa personalidad. Hablaban de unirse y desterrar a los humanos de su territorio.
Soo, mostrando los colmillos:
—No somos perros ni mascotas. ¡Somos lobos! Somos poderosos, pero debemos seguir ocultando nuestra verdadera naturaleza. Solo así podremos vencerlos y recobrar nuestros dominios totalmente. Cuando estén dormidos, indefensos, al abrigo de la noche, atacaremos. Se escucharán lamentos humanos, y eso será uno de nuestros mayores placeres.
—Solo una raza prevalecerá: ¡la nuestra!
—Algunos de nuestros antiguos miembros —dijo el padre de Yunho— cometieron el aberrante acto de relacionarse con humanos, naciendo así una descendencia impura.
—¡Hay que aniquilarlos! —gritó el líder Soo—. ¡Es preciso depurar nuestra sangre!
Yunho sintió la mirada de los líderes y representantes de los clanes vecinos sobre él.
Un anciano, señalándolo:
—Eres sangre pura, hijo de un gran líder, nuestra esperanza.
Soo alzó las cejas.
El líder Jung se sintió orgulloso.
El anciano prosiguió:
—No puede haber dos líderes, y no pretendo iniciar una guerra entre ambos clanes.
Soo, dirigiéndose a todos:
—Propongo un compromiso entre el hijo del líder Jung y mi hija. Es la mejor solución. Tampoco quiero iniciar un conflicto.
El anciano:
—Conveniente para ambos clanes. Es preciso unirse. Entonces, líder Jung, ¿está de acuerdo?
—Es un gran honor —dijo Jung, estrechando la mano del líder Soo.
Yunho era ahora el flamante futuro líder de toda una casta de lobos y, además, comprometido con la hija del que hasta hace algunos meses fue rival de su manada.
Mientras el líder Soo hablaba, Yunho alzó una ceja, respiró hondo y vio a un muchacho fisgoneando en un rincón de las escaleras del balcón.
—De esa unión nacerán hijos de sangre pura —dijo el anciano.
El líder Soo era conocido por ser un hombre cruel. Se decía que embarazó a una humana y devoró a los cachorros de sangre impura.
El señor Jung le ordenó a su hijo salir de la sala, ya que ellos, los mayores, se divertirían con las doncellas humanas que estaban al servicio.
Yunho salió de la sala, siendo observado por todos los presentes.
Una vez fuera, respiró profundamente. Llegará el día en que todos miren al suelo cuando me vean pasar, pensó.
De pronto, su hermano menor, Junsu, lo tomó del brazo:
—¿Qué pasó ahí adentro? Es aterrador el líder Soo, ¿verdad?
Yunho, fingiendo valentía:
—Es aterrador, pero yo no le tengo miedo.
Junsu abrió los ojos como platos cuando se enteró de que su hermano mayor había sido comprometido con la hija de Soo. Hizo una mueca:
—Creo que es bonita. ¿Estaba también en la reunión?
Yunho, sonrojado:
—Las mujeres no participan en esta clase de reuniones, meramente masculinas.
Junsu sonrió:
—Te sonrojaste. ¿Estás emocionado?
—Un matrimonio arreglado no es motivo para sonrojarse —dijo un muchacho, acercándose a Yunho—. Esa niñita es maligna, lo sé. Y casi te haces en los pantalones.
Yunho rodó los ojos:
—No es cierto. Ella es linda —murmuró—. (Y no me oriné en los pantalones).
—Linda pero malvada. La vi atormentar a su nana y tratar mal a la cocinera. No puedes casarte con alguien así solo por ser sangre pura. Pura maldad.
Junsu rió:
—Ay, Jaejoong, eres tan gracioso.
Yunho hizo una mueca:
—Mejor te vas antes de que te vea mi padre. Sabes que no eres de su agrado.
Jaejoong se encogió de hombros:
—Vengo a verte a ti, no a él.
Junsu intervino:
—¿Y a mí?
Jaejoong sonrió:
—Sobre todo a ti.
Junsu sonrió.
Luego, volviendo la mirada hacia Yunho:
—¿La amas?
Yunho rodó los ojos:
—Estabas fisgoneando. Si mi padre se entera, te castigará. No entiendo cómo no te olfateó.
—No has contestado mi pregunta —insistió Jaejoong.
Yunho hizo una mueca:
—Ese no es el punto. Las decisiones de los mayores se respetan. En el futuro tendrás que obedecer, muchachito. De lo contrario, me transformaré. Es una orden de tu futuro líder.
Jaejoong rodó los ojos, desafiante:
—No puedes mandar sobre mí, cachorrito.
Yunho alzó una ceja:
—Tendrás que obedecerme, niñito.
Jaejoong se burló:
—Besa mi trasero.
En ese momento Yunho se lanzó sobre él. Jaejoong logró escapar. Entre risas comenzó un juego entre ambos. Se revolcaron sobre el pasto tierno, rodaron. Junsu reía mientras los alentaba a los dos. Finalmente, Yunho sometió a Jaejoong. Le hizo prometer:
—Cuando sea líder, me obedecerás en todo.
Jaejoong apretó bien los labios para no prometerlo. Yunho rodó los ojos, se quitó de encima y quedaron quietos, descansando. Junsu se unió a ellos:
—Quiero que siempre estemos así, juntos.
—Es una promesa —dijo Yunho.
—¿Aunque te cases? —preguntó Junsu.
—Siempre juntos —contestó el mayor.
—Como sea —dijo Jaejoong—. No puedes permitir que otros decidan con quién casarte.
Yunho respiró hondo:
—Es mi deber depurar nuestra sangre… (momento de silencio). Lo siento, no quise…
—Está bien —dijo Jaejoong, levantándose.
Ambos, Yunho y Junsu, sabían la triste historia de Jaejoong.
Su madre se enamoró de un humano, y con ello mancilló su apellido y su honor. Por lo tanto, Jaejoong llevaba en su sangre una herencia impura.
El señor Jung, al verlo, siempre recordaba a los traidores que se enamoraron de humanos: motivo suficiente para despreciarlo.
Se escuchó un grito proveniente de la habitación de huéspedes. La niña lloraba por uno de sus muchos vestidos: había sido rasgado.
Yunho, muy molesto:
—¡¿Fuiste tú?!
Jaejoong se hizo el inocente para luego sonreír:
—El vestido se veía mejor en mí.
Junsu, preocupado:
—Te castigarán.
Yunho respiró hondo:
—Huye al bosque y quédate bien escondido durante algún tiempo; de lo contrario, tus orejas serán el adorno de uno de los pilares de la mansión.
—No iré —dijo Jaejoong.
Yunho suspiró:
—Obedece por una vez.
Al ver la angustia de Junsu, Jaejoong se fue.
Junsu quiso seguirlo, pero Yunho le ordenó ir a su cuarto y no salir hasta que las cosas se calmaran. Cuando el líder Jung está molesto, es mejor estar lejos.
Yunho vio alejarse a Jaejoong. De alguna manera lo admiraba: tenía una férrea voluntad y, aunque aún no aprendía a transformarse, era un muchacho muy hábil.
Al rato, en el despacho de su padre:
Dio una gran zancada y, frente a él, le ordenó:
—Trae a ese mocoso ante mí.
—¿A quién te refieres, padre?
—¡No me trates como a un idiota! ¿Crees que no me di cuenta de que estaba metiendo sus narices en la reunión? Trae a ese mestizo. La paz de esta unión está tambaleando —respiró hondo para no perder el control—. El líder Soo decidirá su castigo, y serás tú quien lo ejecute.
—Yo… ¿cómo pueden saber que fue él?
—Su aroma, voz asquerosa, estaba impregnada en la habitación de tu prometida.
—Yo…
—El líder Soo y su hija fueron insultados bajo mi techo. ¿Permitirás que tanto esfuerzo de años se vea entorpecido por un niñito estúpido? Recuerda que con este compromiso tienes asegurado un gran liderazgo. Tú y tu descendencia tendrán un lugar libre donde vivir, sin la presencia de los humanos. Hijo querido, espero mucho de ti. Considera que tal vez no viva lo suficiente para verte convertido en padre. Mi mayor orgullo eres tú. No permitas que nuestro clan muera. El bosque y una descendencia pura es la herencia que anhelo para ti. Lucha por ella, por tu sangre. Ahora ve y trae a ese mocoso ante mí. Ya bastante he tolerado sus insolencias. Haz que me enorgullezca —dijo su padre.
Yunho lo observó por un momento. Su padre era fuerte, muchas veces insensible… pero había luchado por unir nuevamente los clanes de sangre pura, esas mismas que algún día tendría que liderar. Prometió que jamás permitiría que el clan muriera. Respiró hondo: Jaejoong debe aprender a ser obediente, pensó. Aunque también pensaba que el aroma de su amigo era fresco como la llovizna de la mañana, esa que trae el aroma de los pinos del bosque, con un sutil toque de lirios y lavanda.
Salió de la mansión, atravesó el jardín. Pensaba en todo lo sucedido, en las palabras de su padre, en la historia de la familia, en la traición. No, no habrá piedad. Miró hacia el bosque. La lección debe ser aprendida por Jaejoong.