viernes, 13 de noviembre de 2020

PASIÓN PECAMINOSA 6


 

Una mañana en el mercado…

 

Buenos días Nana, supongo que no me viste pasar…Ella arruga el ceño—Lo vi, señorito, lo vi. Y no soy su Nana.

Yunho —De todas las mujeres de la ciudad, eres la única que no cae bajo mi encanto (sonrisa cautivadora)

Ella con indiferencia—No me convencerá con su palabrería, eso déjelo para las niñas tontas…menos me convencerá con esa sonrisa diabólica. Y si piensa casarse por mero interés, déjeme decirle que…

El cochero, le da un codazo—Mujer deja de hablar de más, que va a pensar el señorito (mira al capitán) perdone su falta de educación (vuelve a mirar a su esposa) Mejor ya vámonos (toma las cestas con frutas) es tarde y la señora debe estar nerviosa.

Yunho alza una ceja—Déjala hablar, me dirá algo importante…

Ella mira a su marido, carraspea—Yo, que cosa importante tendría que decir., mi esposo tiene razón, la señora se pone histérica cuando la comida se retrasa, con su permiso señorito.

El capitán sonríe ante la actitud desafiante de la mujer mayor.

 

Desde el primer día que Yunho visitó la mansión “Kim”, la Nana no tuvo reparos en mostrar su desconfianza.  En cambio, Boah, la señora de la mansión vio con buenos ojos las visitas del capitán, aunque al principio deseó ser ella la cortejada.

 

En el coche rumbo a la mansión

—En qué estabas pensando, mujer.

Ella hace una mueca y se encoje de hombros—Deja de regañarme que no soy tu hija, el capitán Yunho debe saber que hay un solo amo de esas tierras.

El cochero rueda los ojos—Y vuelta con lo mismo.

La Nana lo mira, respira hondo para no gritarle y volarle el sombrero—El señorito volverá.

El cochero hace una mueca—Supongamos que te creo,  el señorito regresa…en qué cambiará todo?

Ella se ofusca—¡Sí que eres bruto!

—Y tú estás demente, cuidado o la señora te encerrará en aquel cuarto…

Ella vuelve a encogerse de hombros—Ella no puede hacerme el menor daño., y no temo a los fantasmas.

El cochero hace una mueca y prefirió fijarse en el camino, con las riendas firmes avanzó hasta la mansión, mientras la Nana va murmurando algo difícil de descifrar.

Su esposo la mira de reojo—Ten cuidado mujer., eso que murmuras.

Ella no lo escucha, y su mirada viaja hasta el bosque.

La Nana recuerda la mirada de satisfacción de los sacerdotes “Santos varones” que condenaron a las mujeres “curanderas” a ser purificadas por el fuego. Desde entonces nadie se interna en aquel bosque, se dice que en noches de luna llena se puede escuchar el sutil sollozo de las almas que aún rondan por el bosque.

 

 

Yunho se tendió sobre el pasto, mirando como el viento mece las ramas de los árboles, es tan hipnótico,  Yutha se acostó a su lado.

Él sigue concentrado mirando las ramas moverse y el viento que se cuela entre ellas, como queriendo susurrarle algo.  Sintió un lejano deseo.

Yutha, respira profundamente, siento que me ahogo, dijo, toma la mano del capitán y la coloca sobre su pecho—Mi corazón, está oprimido…que debería hacer…

Él la mira—Quítese el corsé.

Ella finge inocencia pero no dudó en tirar las cintas y dejar su pecho desnudo. El capitán no es un ángel, menos un santo y tomó lo que es ofrecido. 

 

Más tarde

Yunho hace una mueca ante la indiscreta pregunta de su padre…

—La hiciste tuya?

Ni las cortesanas son tan irritantes, pensó…

Su padre alza una ceja—Ya veo, un caballero no tiene memoria (ríe y palmotea su espalda) es cuestión de tiempo y esas tierras serán nuestras. (Mira sus manos) puedo ver (cierra los ojos) las monedas de oro, llenando nuestras bodegas. El  mismo príncipe JiHan envidiará nuestra riqueza.

Yunho subió a su cuarto y se tumbó sobre la cama…entre tantas amantes, ninguna lo satisface completamente.

Cerró los ojos y se durmió.

Mezquindad,  egoísmo y traición, son  las palabras exactas para describir a los simples mortales, pensó Yunho y se sorprendió de sí mismo…de sus propios pensamientos. Pero si su padre (adoptivo) quiere riquezas, las tendrá  a manos llenas., a cambio de su alma.

Yunho despertó sobresaltado, que fue ese sueño…que significa.

 

Mientras tanto en el monasterio…

 

Los monjes con paños húmedos refrescan el cuerpo Jaejoong, tragan saliva, la piel suave, el contorno perfecto de su silueta, sus labios entreabiertos…y esos pequeños gemidos que salen de sus labios al respirar. Se miran unos  a otros. Un sacerdote se acerca, sus manos tiemblan mientras recorre con sus dedos las esferas de un rosario.

Déjenme solo,  ordenó…

Los monjes se niegan—Pero aún no terminamos de asear al ángel.

El sacerdote frunce el ceño—No es un ángel, es un demonio seductor…incluso dormido. ¡Aléjense! Debo purificar su alma.

Los monjes se miran,  saben de las intenciones del sacerdote…sin embargo no interfieren.

Se encargó de cerrar la puerta, cubrió la pequeña ventana, encendió inciensos y un cirio…caminó como una fiera agazapada buscando la ocasión para atacar a su presa…rodeo la cama, acarició su pecho desnudo. Respiró su aroma  lo cual aumentó su excitación.

Y esa noche cuando el último salmo es rezado y no quedó más que silencio…se escuchó un grito de horror.

El sacerdote yace en un rincón, acurrucado tratando de escapar de las sombras que se ciernen sobre él. Enloqueció y al poco tiempo murió.

Jaejoong  permanece dormido…débil respiración, casi imperceptible, piel blanca al punto de parecer transparente.

Un médico aconsejó alejarlo de ese lugar, por supuesto que los sacerdotes se negaron rotundamente. Pero en aquel tiempo ya crecían las denuncias contra los clérigos de la santa sede, para acallar esos “rumores” el Santo Padre ordenó una serie de acciones para mantener al pueblo tranquilo y que esos “falsos acontecimientos” no llegaran a oídos del príncipe. Así mismo se les permitió a los novicios salir al mundo, en una especie de prueba de fe. Por lo cual los sacerdotes tuvieron que enviar cartas a las familias de los novicios, comunicando la decisión del vaticano.

Una mañana llegó correspondencia  a la mansión, la señora Boah arrugó el ceño, caminó de un lugar a otro, maldecía…tiró el papel a la chimenea para que las brasas ardientes consuman aquel mensaje. Se retiró satisfecha, respiró hondo y fingió no haber recibido nunca esa carta. Pero por misterioso que parezca, las llamas de la chimenea no tocaron el papel.

                                

Algunos días después…

 

Yunho se despierta todas las noches completamente sudado, aquellos extraños sueños volvieron a atormentar su alma y  deseo.

 

Una noche

 

Boah y su hija Yutha están sentadas en silencio, consternadas…más que eso, molestas, frustradas. Es difícil descifrar lo que están sintiendo. Tantos años creyéndose las únicas dueñas de la mansión y de toda la extensa área de tierra que llega más allá, donde ni siquiera ellas han llegado.

Boah trata de sonreír—Te quedarás mucho tiempo con nosotras, querido sobrino?

La Nana hace una mueca.

—Supongo que extrañas el monasterio, te fuiste de aquí siendo tan pequeño. Y también supongo que los lazos con sacerdotes, monjes y los otros novicios son fuertes…en definitiva son tu familia.

La Nana rueda los ojos.

 

—Yo, querido sobrino, pienso que…

—No te equivoques, tía…por consideración a todos estos años que han vivido aquí, las dejaré quedarse, pero les advierto…no se interpongan en mi camino, de lo contrario no dudaré ni un segundo en expulsarlas de mis tierras.

Yutha carraspea—Primo Jaejoong, eres injusto con nosotras…mi madre y yo somos damas respetadas por todos. Pronto me casaré y pretendo…

Lo que pretendas no me importa, mientras no te metas en mi camino ya lo dije.

Más tarde

Boah camina de un lado a otro, en su habitación, maldice con los dientes apretados…Yutha—Y ahora qué haremos. Boah respira hondo, pensando en la mejor manera de deshacerse del “intruso”—Volverá al monasterio, yo misma me encargaré cuando llegue el momento. Por ahora seremos amables. Yutha hace una mueca—No me agrada, odioso y prepotente.

Boah—Debes casarte lo más pronto posible, seguro el capitán sabrá lidiar con él…Esta misma noche ve a visitarlo, entra en  su cuarto y un hombre se atrapa con un embarazo.

Por alguna razón que nadie conoce, no pudo salir de la mansión…La Nana sonríe de medio lado.

Mientras tanto el calor ardiente de su cuerpo, hace que el capitán Yunho salga a medianoche a refrescarse en las cristalinas aguas de las tierras vecinas. Al llegar se quedó atónito, alguien  más nadaba surcando suavemente el agua tan clara que puede ver su desnudez, sintió sed. Sus miradas se cruzaron, el coqueto muchacho extiende su mano e invita a entrar al agua. El capitán no lo dudó y desnudo caminó hasta tocar la mano que lo espera.

Solo un roce de sus dedos y pudo recordar, incluso los pequeños pasajes de su vida anterior.



CONTINUARÁ
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