Una mañana
en el mercado…
Buenos días
Nana, supongo que no me viste pasar…Ella arruga el ceño—Lo vi, señorito, lo vi.
Y no soy su Nana.
Yunho —De
todas las mujeres de la ciudad, eres la única que no cae bajo mi encanto
(sonrisa cautivadora)
Ella con
indiferencia—No me convencerá con su palabrería, eso déjelo para las niñas
tontas…menos me convencerá con esa sonrisa diabólica. Y si piensa casarse por
mero interés, déjeme decirle que…
El cochero,
le da un codazo—Mujer deja de hablar de más, que va a pensar el señorito (mira
al capitán) perdone su falta de educación (vuelve a mirar a su esposa) Mejor ya
vámonos (toma las cestas con frutas) es tarde y la señora debe estar nerviosa.
Yunho alza
una ceja—Déjala hablar, me dirá algo importante…
Ella mira a
su marido, carraspea—Yo, que cosa importante tendría que decir., mi esposo
tiene razón, la señora se pone histérica cuando la comida se retrasa, con su
permiso señorito.
El capitán
sonríe ante la actitud desafiante de la mujer mayor.
Desde el
primer día que Yunho visitó la mansión “Kim”, la Nana no tuvo reparos en
mostrar su desconfianza. En cambio, Boah,
la señora de la mansión vio con buenos ojos las visitas del capitán, aunque al
principio deseó ser ella la cortejada.
En el coche
rumbo a la mansión
—En qué
estabas pensando, mujer.
Ella hace
una mueca y se encoje de hombros—Deja de regañarme que no soy tu hija, el
capitán Yunho debe saber que hay un solo amo de esas tierras.
El cochero
rueda los ojos—Y vuelta con lo mismo.
La Nana lo
mira, respira hondo para no gritarle y volarle el sombrero—El señorito volverá.
El cochero
hace una mueca—Supongamos que te creo, el señorito regresa…en qué cambiará todo?
Ella se
ofusca—¡Sí que eres bruto!
—Y tú estás
demente, cuidado o la señora te encerrará en aquel cuarto…
Ella vuelve
a encogerse de hombros—Ella no puede hacerme el menor daño., y no temo a los
fantasmas.
El cochero
hace una mueca y prefirió fijarse en el camino, con las riendas firmes avanzó
hasta la mansión, mientras la Nana va murmurando algo difícil de descifrar.
Su esposo
la mira de reojo—Ten cuidado mujer., eso que murmuras.
Ella no lo
escucha, y su mirada viaja hasta el bosque.
La Nana
recuerda la mirada de satisfacción de los sacerdotes “Santos varones” que
condenaron a las mujeres “curanderas” a ser purificadas por el fuego. Desde
entonces nadie se interna en aquel bosque, se dice que en noches de luna llena
se puede escuchar el sutil sollozo de las almas que aún rondan por el bosque.
Yunho se
tendió sobre el pasto, mirando como el viento mece las ramas de los árboles, es
tan hipnótico, Yutha se acostó a su
lado.
Él sigue
concentrado mirando las ramas moverse y el viento que se cuela entre ellas,
como queriendo susurrarle algo. Sintió
un lejano deseo.
Yutha,
respira profundamente, siento que me ahogo, dijo, toma la mano del capitán y la
coloca sobre su pecho—Mi corazón, está oprimido…que debería hacer…
Él la
mira—Quítese el corsé.
Ella finge
inocencia pero no dudó en tirar las cintas y dejar su pecho desnudo. El capitán
no es un ángel, menos un santo y tomó lo que es ofrecido.
Más tarde
Yunho hace
una mueca ante la indiscreta pregunta de su padre…
—La hiciste
tuya?
Ni las
cortesanas son tan irritantes, pensó…
Su padre
alza una ceja—Ya veo, un caballero no tiene memoria (ríe y palmotea su espalda)
es cuestión de tiempo y esas tierras serán nuestras. (Mira sus manos) puedo ver
(cierra los ojos) las monedas de oro, llenando nuestras bodegas. El mismo príncipe JiHan envidiará nuestra
riqueza.
Yunho subió
a su cuarto y se tumbó sobre la cama…entre tantas amantes, ninguna lo satisface
completamente.
Cerró los
ojos y se durmió.
Mezquindad, egoísmo y traición, son las palabras exactas para describir a los
simples mortales, pensó Yunho y se sorprendió de sí mismo…de sus propios
pensamientos. Pero si su padre (adoptivo) quiere riquezas, las tendrá a manos llenas., a cambio de su alma.
Yunho
despertó sobresaltado, que fue ese sueño…que significa.
Mientras
tanto en el monasterio…
Los monjes
con paños húmedos refrescan el cuerpo Jaejoong, tragan saliva, la piel suave,
el contorno perfecto de su silueta, sus labios entreabiertos…y esos pequeños
gemidos que salen de sus labios al respirar. Se miran unos a otros. Un sacerdote se acerca, sus manos
tiemblan mientras recorre con sus dedos las esferas de un rosario.
Déjenme
solo, ordenó…
Los monjes
se niegan—Pero aún no terminamos de asear al ángel.
El
sacerdote frunce el ceño—No es un ángel, es un demonio seductor…incluso
dormido. ¡Aléjense! Debo purificar su alma.
Los monjes
se miran, saben de las intenciones del
sacerdote…sin embargo no interfieren.
Se encargó
de cerrar la puerta, cubrió la pequeña ventana, encendió inciensos y un
cirio…caminó como una fiera agazapada buscando la ocasión para atacar a su
presa…rodeo la cama, acarició su pecho desnudo. Respiró su aroma lo cual aumentó su excitación.
Y esa noche
cuando el último salmo es rezado y no quedó más que silencio…se escuchó un
grito de horror.
El
sacerdote yace en un rincón, acurrucado tratando de escapar de las sombras que
se ciernen sobre él. Enloqueció y al poco tiempo murió.
Jaejoong permanece dormido…débil respiración, casi
imperceptible, piel blanca al punto de parecer transparente.
Un médico
aconsejó alejarlo de ese lugar, por supuesto que los sacerdotes se negaron
rotundamente. Pero en aquel tiempo ya crecían las denuncias contra los clérigos
de la santa sede, para acallar esos “rumores” el Santo Padre ordenó una serie
de acciones para mantener al pueblo tranquilo y que esos “falsos
acontecimientos” no llegaran a oídos del príncipe. Así mismo se les permitió a
los novicios salir al mundo, en una especie de prueba de fe. Por lo cual los
sacerdotes tuvieron que enviar cartas a las familias de los novicios,
comunicando la decisión del vaticano.
Una mañana
llegó correspondencia a la mansión, la
señora Boah arrugó el ceño, caminó de un lugar a otro, maldecía…tiró el papel a
la chimenea para que las brasas ardientes consuman aquel mensaje. Se retiró
satisfecha, respiró hondo y fingió no haber recibido nunca esa carta. Pero por
misterioso que parezca, las llamas de la chimenea no tocaron el papel.
Algunos
días después…
Yunho se
despierta todas las noches completamente sudado, aquellos extraños sueños
volvieron a atormentar su alma y deseo.
Una noche
Boah y su
hija Yutha están sentadas en silencio, consternadas…más que eso, molestas,
frustradas. Es difícil descifrar lo que están sintiendo. Tantos años creyéndose
las únicas dueñas de la mansión y de toda la extensa área de tierra que llega
más allá, donde ni siquiera ellas han llegado.
Boah trata
de sonreír—Te quedarás mucho tiempo con nosotras, querido sobrino?
La Nana hace
una mueca.
—Supongo
que extrañas el monasterio, te fuiste de aquí siendo tan pequeño. Y también
supongo que los lazos con sacerdotes, monjes y los otros novicios son
fuertes…en definitiva son tu familia.
La Nana
rueda los ojos.
—Yo, querido
sobrino, pienso que…
—No te
equivoques, tía…por consideración a todos estos años que han vivido aquí, las
dejaré quedarse, pero les advierto…no se interpongan en mi camino, de lo
contrario no dudaré ni un segundo en expulsarlas de mis tierras.
Yutha
carraspea—Primo Jaejoong, eres injusto con nosotras…mi madre y yo somos damas
respetadas por todos. Pronto me casaré y pretendo…
Lo que
pretendas no me importa, mientras no te metas en mi camino ya lo dije.
Más tarde
Boah camina
de un lado a otro, en su habitación, maldice con los dientes apretados…Yutha—Y
ahora qué haremos. Boah respira hondo, pensando en la mejor manera de
deshacerse del “intruso”—Volverá al monasterio, yo misma me encargaré cuando
llegue el momento. Por ahora seremos amables. Yutha hace una mueca—No me
agrada, odioso y prepotente.
Boah—Debes
casarte lo más pronto posible, seguro el capitán sabrá lidiar con él…Esta misma
noche ve a visitarlo, entra en su cuarto
y un hombre se atrapa con un embarazo.
Por alguna
razón que nadie conoce, no pudo salir de la mansión…La Nana sonríe de medio
lado.
Mientras
tanto el calor ardiente de su cuerpo, hace que el capitán Yunho salga a
medianoche a refrescarse en las cristalinas aguas de las tierras vecinas. Al
llegar se quedó atónito, alguien más
nadaba surcando suavemente el agua tan clara que puede ver su desnudez, sintió
sed. Sus miradas se cruzaron, el coqueto muchacho extiende su mano e invita a
entrar al agua. El capitán no lo dudó y desnudo caminó hasta tocar la mano que lo
espera.
Solo un
roce de sus dedos y pudo recordar, incluso los pequeños pasajes de su vida
anterior.