martes, 30 de noviembre de 2021

EL LARGO CAMINO HACIA EL AMOR 3

 Jaejoong recoge una hoja seca, una de las miles que los árboles dejaron caer en el pasillo de la entrada principal...Una pequeña brisa las alborota formando un pequeño remolino...Hay hojas con varias tonalidades de amarillo, anaranjado...marrón y de distintas formas.

Muy interesante, dice la nana, retirando una bandeja...una cátedra sobre hojas secas de otoño, Jaejoong sonríe.

Pasaron algunos días y la situación en la región se puso peligrosa, se decía que un grupo de rebeldes sembraban el terror en los pueblos aledaños.

La nana mira con preocupación la despensa, hace una mueca...

—Solo nos quedan algunos víveres, para dos o tres días y el otoño recién comienza, imagine que sucederá cuando llegue el invierno. Mis huesos no podrán soportar tanto frío.

Jaejoong esboza una sonrisa—Para ese entonces, mi esposo, estará aquí...él sabrá como solucionar todo (sonríe, le gusta decir "mi esposo").

La nana respira hondo. Mueve la cabeza en negación, mientras el señorito escribe sentidas palabras para su marido ausente.

Dos días después

Ambos miran la despensa, solo un poco de arroz y lentejas, Jaejoong respira hondo, no puede enviar al cochero, la nana dijo que por sus achaques se fue con su familia del sur, entonces envió al jardinero al mercado. Horas después volvió con apenas algunas legumbres. Se quejó diciendo que la gente se amontona y empuja sin considerar a los ancianos. Existe un gran descontento y miseria...todo por la bendita guerra que nadie entiende sus motivos.

Jaejoong se queda pensando, mirando la mansión y recordando como solía ser. Se entristece, ruega a dios que su esposo esté con él en breve tiempo, seguro un capitán sabrá que hacer. La nana rueda los ojos, su niño perdió totalmente el juicio.

El arroz, y las legumbres fueron preparadas en raciones. Jaejoong sonríe, toca el piano para alegrar a sus fieles sirvientes.

En que momento llegamos a esto, nana?, pregunta más tarde...Ella hace una mueca, se encoje de hombros—yo no entiendo cosas de política, señorito. Para mi son todos unos salvajes renegados (indica) los del norte y los del sur.

Jaejoong hace una mueca, yo tampoco entiendo de política, dice...Respira hondo, espero que mi amado esposo no esté pasando necesidades, la guerra es tan cruel.

La nana rueda los ojos, definitivamente el señorito perdió la razón.

Una semana después...

Está seguro?, hay rebeldes en cada esquina...los muy desgraciados racionan los escasos alimentos, de nada servirá que vaya...Pero Jaejoong estaba decidido, subió al carruaje y el mismo tiró de las riendas. La nana se quedó con el credo en la boca.

Cuando llegó al centro, solo vio desolación, nunca dimensionó que algo así estuviera ocurriendo. Las personas lo miran como si él fuera indigno, algunos escupen el carruaje. Estos riquillos ¡fuera! gritaban, decían que los ricos tenían sus alacenas llenas, Jaejoong está realmente asustado, pero fue por un poco de alimento, así que respiró hondo y bajó del carruaje...caminó entre una turba que intentaba sabotear un almacén. La policía llega llevándose detenido al que se pusiera en frente...Jaejoong se esconde en una esquina para luego llegar a una fila interminable de personas, le llamó la atención que algunas mujeres tienen preferencia, será por la coquetería natural de su condición, Jaejoong hace una mueca, él puede ser mucho más coqueto, pero no es mujer. Mientras espera en la fila, algunos comenzaron a mirarlo de mala manera, la situación se tornaba peligrosa, hasta que un hombre se interpone...toma del brazo a Jaejoong y lo hace pasar, todos reclaman.

Mala idea señorito, como se le ocurre mezclarse con la plebe, tuvo suerte...de lo contrario se lo hubieran comido vivo y con zapatos.

Jaejoong pestañea, el hombre le pasó una bolsa con algunos víveres y lo acompañó hasta el carruaje, le aconseja que la próxima vez no sea tan vistoso.

La nana está boquiabierta, su señorito pasó por todo eso...agradece a dios y al desconocido por ayudarlo.

En la noche

Las velas de los candelabros ya casi están derretidos, la nana lee algún pasaje bíblico, mientras Jaejoong mira por el ventanal. Nada se ve en esa noche tan oscura. A lo lejos se escucha el canto de un grillo, y alguna gota caer del tejado.

Demasido silencio, dice...Me pregunto que estará haciendo mi esposo en este momento, nana, crees que piense en mi?

Ella prefirió no contestar.

Jaejoong acerca un candelabro para poder escribir una carta a su amado, no sabe si llegará a destino, pero al pensar que sus cálidas líneas son leídos por el capitán Yunho, asemeja como si él recibiera un beso suyo. Se sonroja, el amor es maravilloso. Claro si es correspondido, murmura la nana.

De pronto se escuchó un estruendo, la nana corre hacia la ventana...a lo lejos se ve resplandecer el cielo, seguro hicieron explotar algo o peor los renegados rebeldes empezaron a atacar al pueblo. Los disparos poco a poco se iban acercando. La nana apagó las llamas de las velas. Pronto se escuchó los casquillos de caballos pasando frente...Sus corazones se agitan, ya que un grupo se detuvo en el pórtico. Llegaron más hombres y comenzaron los disparos, el grupo siguió su camino...pero claramente hubo un enfrentamiento allí mismo. Luego silencio absoluto, el olor a pólvora llegaba hasta sus narices.

Después de esperar unos minutos, se asoman por la ventana, nade se veía...todo estaba calmo, hasta que escucharon un quejido que provenía detrás de la puerta principal.

Jaejoong respiró hondo, mientras abre la puerta, la nana sostiene un sartén.

Había un hombre desmayado, estaba herido. Ayúdame nana a llevarlo adentro—Está loco?. 

Este hombre me ayudó en el mercado  (contestó Jaejoong) Seguro vino a prevenirme.

—Como sabe donde vive y por qué vendría, a no ser que tenga un interés especial, Jaejoong rueda los ojos.

Luego

La nana y Jaejoong miran la herida, una bala alojada en la ingle del atractivo desconocido.

Está bien, esto es lo que haremos, traerás agua hervida, algunas gasas, tijeras y toallas...tenemos alcohol?

No, contesta la nana pero hay licor de agua-ardiente...Perfecto.

El hombre se quejaba mucho, por lo cual Jaejoong lo hizo beber y cuando estuvo bien borracho, cayó desmayado...entonces pudo sacar la bala, no sin antes dudarlo mucho, temblar la mano, sudor frío, respiración agitada y mucha taquicardia.

Después de algunas horas, Señorito y Nana están sentados, asombrados de ellos mismos, jamás en otro escenario, hubiera pensado que el señorito sería capaz de hacer esa operación sin desmayarse.

Jaejoong mira al desconocido...mira su pecho, el abdomen...tiene curiosidad por mirar más abajo, nunca antes había visto a un hombre desnudo, que no fuera él mismo. La nana carraspea—recuerde que está casado, con un idiota, pero casado al fin de cuentas.

A la mañana siguiente

El hombre despierta, se quiso mover pero no pudo, una mano en su frente hizo que abriera más los ojos.

—Pensé por un momento que había visto un ángel y no me equivoqué.

Un día después

No debería moverse, la herida aún no cicatriza...

El hombre toma las manos de Jaejoong, (deposita un beso en cada una), debe marcharse de este lugar lo más pronto posible, ya nada queda en el pueblo, seguro los saqueadores vendrán por las mansiones y más temprano que tarde llegarán aquí. Tiene donde irse?

Pero...

—Cuando acabe todo, podrá volver, no le aseguro que la encontrará tal cual la dejó, pero tendrá un techo sobre su cabeza.

Pero Jaejoong es terco y no quiso dejar la mansión, que con tanto esfuerzo sus antepasados construyeron.

Por suerte divina, los saqueadores tomaron otro camino.

Los días y las noches se suceden sin sobresaltos, sin emociones...Los árboles están totalmente desnudos y el invierno está cerca.

Cada día y cada noche, Jaejoong escribe sentidas palabras a su esposo. La nana hace una mueca—Acabará con todo el papel de las imprentas.

Jaejoong sonríe. Las envía con la esperanza de algún día recibir respuesta. Suspira, con cuanta alegría la recibirá y estrechará contra su corazón y leerá esas palabras como si fueran una oración de amor.

La nana respira hondo, es mejor dejarlo con su locura si es que así se siente feliz.

Esos breves días soleados eran una despedida para dar paso al inevitable invierno. La leña comenzó a escasear. Y los suministros también.

Entonces Jaejoong decidió

—Iré a buscar a mi esposo.

...

Cuando una idea da vueltas en su cabeza no hay poder divino que lo haga desistir.

Entonces subió al carruaje y el jardinero que ahora es el cochero,  tomó el camino hacia la gran ciudad, no estuvo exento de peligros...pero es un joven de fuerte voluntad...tres días,  con sus noches duró la travesía. La ciudad parecía haber sido menos invadida por los rebeldes, había mucha gente, mucha música y personas riendo y bebiendo en las calles, parecía una fiesta eterna.

Preguntó a unas ancianas por la mansión del capitán Jung. Desde allí se podía ver al final de una calle una casa grande de gran belleza. Su corazón se acelera, pronto estará frente a su esposo.

El carruaje se detiene y Jaejoong baja, está ansioso...sonríe.

La gran puerta estaba entreabierta, la empujó y camino por un largo camino adornado con flores de la estación. Parecía un sueño, como si la guerra no hubiera pasado por ahí.

Arregla su chaqueta y las cintas de su camisa...cuando va a tocar  la puerta, un muchacho se sorprende al verlo...

—Señorito Jaejoong...?

Era el muchacho que las veces anteriores había ido a la mansión Kim, llevando las frías cartas del capitán Yunho.

Jaejoong sonríe—Viene a...mi esposo está?

El muchacho parece algo nervioso, Jaejoong nota su angustia y sin preguntar nada da un paso y otro más...antes de entrar a la sala, había otra habitación,  una puerta con vitral exquisitamente tallada,  por el cual se podía ver perfectamente. Fue cuando sintió que su corazón terminaba por romperse...Su esposo, el capitán Jung Yunho acariciaba el vientre de una mujer.

Retrocedió lentamente, no podía ni quería respirar...

—Señorito...debió avisar que visitaría al capitán.

—Yo, envíe miles de cartas...(casi resbala, el muchacho lo tomó del brazo)

—Yo...no le digas que estuve aquí.

—Señorito que hará ahora

—Regresaré

—Pero debe estar cansado, quédese...

Jaejoong esboza una sonrisa—Quedarme.

El muchacho guarda silencio.

Jaejoong subió al carruaje, su corazón se quedó allí en el suelo, pisoteado por el capitán Jung.

Cuando el carruaje se alejó...

—¡Junsu! (grita el capitán)

—Si señor...

—Donde estabas.

—Yo...

—La señora tiene antojos, ve al mercado y trae lo mejor para ella. 

La nana está preocupada,  el señorito no ha dicho palabra alguna. Cuando Jaejoong salió, iba con tantas ilusiones y  al volver parece que fuera otra persona. Hace una mueca, seguro ese capitán fue grosero, jura una vez más decapitar sus partes.

Esa noche y las siguientes, por dos  semanas, Jaejoong lloró, lloró mucho hasta que no pudo llorar una lágrima más.


"Dime que hice mal para merecer tu desprecio cariño...Tanta soledad me tiene al borde de un profundo abismo..."




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