domingo, 28 de agosto de 2022

PLENILUNIO 11

(Pacto de Lobos)


Pasado el mediodía

—Como no conozco del todo sus gustos, le preparé un poco de todo. Espero que sea de su agrado, señorito —dijo Min Jun, esbozando una sonrisa al ver la expresión de sorpresa de Jaejoong.

—Todo eso... ¿es para mí? —preguntó él, incrédulo, ante la variedad de exquisitos platillos dispuestos sobre la mesa.

—El señor Kang me ordenó atenderlo bien —respondió Min Jun mientras llenaba su taza de café—. ¿Qué le pareció la experiencia de esta mañana? Espero que haya sido... emocionante.

Jaejoong dejó escapar una pequeña risa.

—Decir emocionante es poco. Nunca había saltado en paracaídas... tuve miedo, incluso mareos, pero Kang me dio valor para lanzarme. La sensación en el estómago, ese cosquilleo antes de caer al vacío... fue como un orgasmo. Todavía me tiemblan las piernas.

El mayordomo sonrió, contagiado por su entusiasmo.

—Conozco bien esa sensación —carraspeó, algo incómodo—. El señor Kang es un excelente paracaidista. No hay nada que no pueda hacer.

—Ya veo que lo admira mucho —comentó Jaejoong, divertido.

—Así es... pero le ruego no se lo mencione.

Ambos soltaron una carcajada.

Jaejoong dirigió una mirada fugaz hacia las escaleras.

—El señor Kang tuvo que salir un momento —explicó Min Jun enseguida—. Me pidió que le ofreciera disculpas. No se preocupe, aquí está completamente seguro.

Jaejoong arqueó una ceja.

—¿Seguro?

Min Jun volvió a aclararse la garganta.

—El señor es muy protector.

Mientras tanto...

Soo caminaba de un lado a otro como fiera enjaulada, lanzando maldiciones; cualquiera que se cruzara con él recibía parte de su furia.

—¡Cálmate! —le gritó uno de sus aliados.

Soo lo fulminó con la mirada antes de dejarse caer pesadamente en un sillón. Tomó un trago largo, luego otro... hasta casi vaciar la botella.

—Emborrachándote no arreglarás nada.

—¡Al diablo! —escupió Soo.

—No cometas errores, Soo.

Soo se inclinó hacia adelante, con una sonrisa torcida.

—El clan Jung debe caer. Solo yo merezco liderar todos los clanes.

El otro hombre negó con la cabeza, incrédulo.

—Mucho discurso, poca sustancia. Si quieres demostrar tu derecho, enfréntate al futuro líder y véncelo. Pero sabemos que no tienes ninguna oportunidad.

Soo entrecerró los ojos.

—Encontraré la forma... sin ensuciarme las manos.

El otro soltó una risa seca.

—Hay algo más importante que los Jung. El hijo del príncipe Han es el verdadero peligro, incluso para ellos.

Soo sonrió con siniestro deleite.

—He enviado a mis mejores hombres tras su pista. No descansarán hasta acabar con él.

En la mansión Jung

Yunho, recién llegado de la ciudad, escuchó gritos que salían del despacho. Al abrir la puerta, vio a su padre alzando el brazo, a punto de golpear a Junsu. Sin dudarlo, Yunho se interpuso.

—No te atrevas —gruñó, con los dientes apretados.

—No te atrevas tú a desafiarme —rugió su padre—. Eres mi hijo mayor, pero aún no has sido proclamado líder. ¡Quítate o te golpearé a ti también!

Yunho se plantó aún más firme, acercándose peligrosamente.

—Adelante. Golpéame. Descarga tu rabia... pero a mi hermano no lo tocas.

El líder Jung bajó el brazo, fulminó a Junsu con la mirada.

—Contigo hablaré después —escupió.

—Lo que tengas que decir, dilo ahora —le espetó Yunho, implacable.

Su padre hizo una mueca de desprecio.

—Tu hermanito ocultó información importante.

Yunho miró a Junsu, que bajó la vista, incapaz de sostenerle la mirada.

—No puede ni mirarte a los ojos. Es débil, una vergüenza —bufó el líder—. No parece hijo mío.

Yunho rodeó los hombros de Junsu con una mano protectora.

—Ve a tu cuarto —ordenó, suave pero firme.

Cuando Junsu salió, Yunho volvió a enfrentar a su padre.

—Deja de tratarlo así. Es tu hijo.

El líder respiró hondo, conteniendo su rabia.

—Es demasiado débil. Deja de protegerlo y consentirlo, o nunca aprenderá a ser un hombre. Si no cambia antes del próximo plenilunio, me encargaré yo mismo.

Yunho clavó la mirada en él.

—Toda mi vida obedecí tus órdenes, sacrifiqué lo que sentía por tu causa... pero a Junsu no lo arrastrarás contigo.

—¿Acaso debo repetírtelo todo de nuevo?

—No hace falta —replicó Yunho, helado—. Me sé de memoria tu letanía.

El líder Jung bebió un trago de vino, gruñó entre dientes.

—Ahora lo ves injusto, pero cuando tengas hijos entenderás. No hay nada más valioso que heredar tierras donde puedan nacer y crecer en libertad. ¡Debes mantener a los mestizos lejos! Los humanos... son la peor plaga de este mundo.

En otro lugar

Han Hana esperaba en la habitación de un hotel de lujo. Cuando vio entrar a Eunji, contuvo la respiración. Entre ellos ardía un fuego secreto.

—Por favor, Eunji —suplicó ella, mientras él la rodeaba con sus manos ásperas—. No podemos seguir viéndonos así. No está bien.

Él esbozó una sonrisa ladeada, sus dedos rozando la curva de sus pechos.

—¿De verdad quieres que me vaya?

—No soy una jovencita ingenua.

—Y me alegra que así sea —murmuró él, antes de besarla. Ella se rindió, olvidándose del mundo cuando la llevó a la cama.

En el pueblo

Yunho entró sin llamar a la habitación de Junsu. Lo encontró sentado en el suelo, abrazándose las piernas.

—Soy la vergüenza de la familia, ¿verdad? —murmuró Junsu, sin mirarlo.

Yunho revolvió su cabello.

—Deja de decir tonterías.

Junsu levantó la vista, vulnerable.

—No sabía que era importante... lo del forastero.

Yunho arqueó una ceja.

—¿Forastero?

—Fue amable, educado... —su rubor lo delató.

Yunho sonrió apenas.

—¿Qué te preguntó?

—Quería saber historias del pueblo... mitos, leyendas. Dijo que era para un reportaje de naturaleza, o algo así. No vi el peligro.

—¿Qué le contaste exactamente?

—Nada serio... solo historias de ancianos, sangre pura de lobos...

Yunho suspiró, conteniéndose.

—¿Le contaste nuestra historia a un desconocido?

—Le dije que eran cuentos para asustar a niños. Nada más.

Yunho respiró hondo.

—Está bien. No hay por qué alarmarse.

—Pero padre está furioso...

—Ya sabes cómo es, le gusta gritar por todo.

Yunho no preguntó más, no quería preocuparlo. Sin embargo, esa noche puso a varios hombres a vigilar la mansión. No le creyó ni una palabra a ese cuento del reportaje.

En la ciudad

Jaejoong hojeaba libros en la sala de Kang Dae, distraído. Observó los cuadros colgados, retratos de hombres con atuendos tradicionales. Miró el reloj: era tarde. Se levantó para marcharse, pero Min Jun lo detuvo.

—Por favor, señorito... espere. Si se va, el señor Kang me degollará —dijo, con humor forzado.

Esa noche

Kang Dae lo invitó a un concierto de violines. Luego cenaron en un restaurante elegante y terminaron caminando por un parque iluminado por cientos de faroles. Las ramas de los árboles se entrelazaban formando arcos, dándole al lugar un aire casi irreal.

Cuando Jaejoong intentó despedirse, Kang se negó a dejarlo marchar solo.

—Min Jun preparó la suite de invitados. No queremos que se sienta ignorado, ¿verdad?

Ya en la habitación, Jaejoong suspiró, mirando alrededor. Todo era demasiado lujoso. Extrañaba el aroma del bosque. Se dejó caer en la cama, suave como una nube. No sabía qué pensar de Kang Dae. Era encantador, atractivo... Y sin embargo, su corazón seguía siendo de Yunho. Pero Kang despertaba en él sensaciones difíciles de ignorar.

Al día siguiente

—Amigo mío —le dijo Yoochun con una risa burlona—, no eres una doncella. Dale a tu cuerpo lo que te pide. Deja las novelas rosas. ¡Por Dios! Tienes a un hombre como ese rendido a tus pies y ¿le vas a negar el agua? Además, es bueno para la piel.

Jaejoong rió. Yoochun siempre tenía una forma tan práctica de verlo todo.

—Te llamé varias veces, ¿dónde estabas? —le preguntó.

Yoochun suspiró teatralmente.

—Haciendo averiguaciones.

—Esa sonrisa... Park Yoochun, dime la verdad. ¿Conociste a alguien?

Yoochun soltó un largo suspiro, provocando la risa de Jaejoong.

—Bastante especial.

—¿Y?

—Nada.

—¿Nada? —Jaejoong arqueó una ceja, divertido—. Si Park Yoochun no conquistó a alguien, es grave.

Yoochun puso cara de santo.

—Así como me ves, tengo principios. Jamás aprovecharía la inocencia de alguien.

Jaejoong parpadeó. Era la primera vez que escuchaba a Yoochun hablar así. Debía ser alguien realmente especial.




Continuará...

Próximo capítulo:Grandes revelaciones.


viernes, 19 de agosto de 2022

PLENILUNIO 10

(Pacto de Lobos)


Yunho está inquieto, ignorando las miradas que lo recorren con descaro libidinoso. Camina buscando la fuente de esa esencia tan tentadora como deliciosa. Su lobo interior está despierto y exige ser liberado. Tae, que parece su sombra, lo sigue adonde vaya, parloteando sin parar, exagerando su actitud coqueta.

De pronto, el futuro líder encuentra lo que busca: sus ojos destellan, sus fosas nasales se ensanchan... el deseo le recorre el vientre bajo. Jaejoong está allí, tan espontáneo y desinhibido como siempre. Murmura algo al oído de otro hombre; ambos ríen y brindan por lo que seguramente será una noche ardiente, moviéndose al ritmo cadencioso de la música.

Yunho empieza a impacientarse. Sabe que no tiene derecho a reclamar nada... pero su lobo no entiende de razones. Por eso trata de responder a los descarados estímulos de Tae.

Jaejoong ríe ante las palabras encendidas del hombre que lo acompaña, prometiéndole una noche inolvidable bajo la luz de la luna. De pronto, otro intenta llamar su atención, provocando un altercado que Yoochun se encarga de enfriar antes de que terminen destrozando el lugar.

Yunho frunce el ceño. Si él estuviera con Jaejoong, ningún hombre —ni humano ni lobo idiota— se atrevería a mirarlo. Todos sus encantos serían solo suyos.

Tae alza las cejas, nota la tensión de Yunho y, antes de que se distraiga con otro, empieza a moverse sensualmente al ritmo de la música.

—Lo siento —dice Yoochun, sonriendo—, espanté a tus pretendientes... Eso es lo que provocas, amigo. Míralos: te devoran con la mirada, tienes de dónde escoger. Y si ninguno cumple tus expectativas, ya sabes... somos amigos —ríe—. Ignora al cretino y a su mascota.

Jaejoong esboza una sonrisa. Mientras tanto, Yunho baila, demostrando que en la pista —y en cualquier otro escenario— sabe moverse a la perfección, sobre todo cuando se trata de amantes. Sonríe mientras atrae a Tae con fuerza, sus movimientos se vuelven cada vez más provocativos, lanzando fugaces miradas a Jaejoong.

—Es un idiota —murmura Yoochun—. No podrá apagar esa calentura con otro. Ya veré cómo le quito esa sonrisa cínica.

Jaejoong toma su chaqueta y sale a la calle. Tantas feromonas de hombres lobo lo tienen mareado y verlo con otro es demasiado. Lo superaré, se promete, aunque sabe que tomará tiempo. Respira hondo mientras enciende un cigarrillo; la brisa de la noche se lleva el humo, y con él, los suspiros de Jaejoong. Ve a Tae subirse a la camioneta de Yunho, que parte en dirección al bosque.

—Lo siento —dice Yoochun, siguiéndolo—, solo quería que te divirtieras.

Jaejoong sonríe amargamente.

—Esas pequeñas muestras de lo que siente por mí solo me hacen replantear mis propios sentimientos. Su cobardía es más grande que el amor que aún me tiene, y eso es peor.

Yoochun se queda perplejo. Jaejoong lo mira.

—Solo digo que... necesito un hombre a mi lado. Y, por lo visto, Yunho no es quien yo creía.

Yoochun alza una ceja.

—¿Y la pasión? No podrás resistir mucho tiempo...

Jaejoong sonríe con picardía.

—No olvides que soy medio humano. Puedo resistir eso y mucho más. Pero, ¿quién dijo que me resistiré a las pasiones de otro hombre?

Yoochun ríe aliviado y, dándole un golpecito en la espalda, lo invita a tomar otro trago.


Algunas horas después

—¿Aún despierto? —pregunta Yunho al ver a Junsu en la sala.

—Pues yo pregunto: ¿Tan pronto de regreso? Estamos en la previa de la temporada de apareamiento y mi hermano está en casa... ¿Ya te aburriste de tu sombra?

Yunho sonríe de medio lado.

—Solo vine a cambiarme. Estoy pegajoso.

Junsu hace un gesto de asco. Yunho ríe y sube a bañarse. Bajo el agua que recorre su cuerpo tonificado, basta pensar en Jaejoong para que su lobo reaccione. Apoya la frente contra la pared y respira profundo. Da gracias por no haberlo marcado; de lo contrario, estaría perdido. Por ahora, Tae ha calmado sus deseos. Golpea la pared. Es necesario seguir engañándose.


A la mañana siguiente

—Si sigues caminando de ida y vuelta, vas a abrir un forado en la alfombra —dice Yunho a su padre.

—Tenemos problemas —responde el señor Jung, sin rodeos.

Yunho ni se inmuta.

—Si se trata de Soo, no te preocupes. Lo tengo vigilado. Siempre está husmeando algo... supongo que tú también.

El señor Jung resopla. Dejará el asunto del supuesto hijo del príncipe Han para otro momento. Hay algo más urgente.

—Hay un sujeto que, según mis informantes, está interesado en nuestras tierras.

Yunho arquea una ceja.

—Muchos han querido estas tierras, y bien sabes correrlos —dice, divertido.

—Esta vez es distinto.

—¿Por qué?

El señor Jung carraspea, toma una copa de vino.

—Es un hombre poderoso. Muy poderoso.

Yunho lo observa, intrigado. Su padre oculta algo. Sonríe: hay demasiados secretos, pero todos terminarán saliendo a la luz.

—Quiero que lo sigas. Averigua sus intenciones. Si son rumores o si realmente pretende apoderarse de lo que nos pertenece —dice el señor Jung, entregándole un sobre con información.

—¿Y después?

Su padre arruga el ceño.

—Defenderemos lo que es nuestro, como siempre: con sangre y sudor, si es necesario.


Mientras tanto, Junsu visita al anciano

—El destino ya echó a correr —dice el viejo con una sonrisa.

—¿Qué quiere decir? —pregunta Junsu, intrigado.

El anciano se encoge de hombros.

—Las piedras no me dicen más. Solo sé que las piezas empiezan a encajar y una gran verdad saldrá a la luz.

Junsu parpadea. El anciano tose; Junsu le alcanza un vaso de agua de hierbas y lo ayuda a beber. Mientras descansa, Junsu se pregunta quién es realmente ese hombre. Nadie lo sabe. Una vez quiso preguntar a su padre, pero el señor Jung lo miró de tal forma que retrocedió sin atreverse.

Cuando el anciano despierta...

—Huele bien...

Junsu sonríe.

—Le preparé sopa de pollo.

El anciano arquea una ceja. Sabe que Junsu es curioso.

—No tengo todas las respuestas, jovencito. Quizá esa sea la mayor magia: dejarse sorprender por el destino.

—¿Cómo llegó a este valle? ¿Tiene familia? —insiste Junsu—. Supongo que hijos, nietos...

El anciano deja de comer.

—Se hace tarde... tengo sueño.

Junsu suspira. El anciano respira hondo.

—Mi memoria es frágil. A veces siento que tengo un nieto... pero no recuerdo su nombre.

Junsu sonríe.

—Trate de recordarlo y le prometo que lo buscaré.


En otro lugar

Un hombre elegante se observa en el espejo, acomoda su corbata. El mayordomo entra.

—Está de buen humor, señor... ¿Quiere el desayuno en la sala o en la terraza?

El hombre sonríe.

—Hoy tomaré café en un pintoresco lugar del centro.

El mayordomo alza una ceja.

—¿Usted, en un lugar pintoresco? Sospecho que tiene otra intención.

El hombre sonríe y sale sin responder.


Esa mañana

Tae, con un tono infantil, recorre el pecho de Yunho con un dedo.

—Quédate conmigo. Te mimaré de mil maneras...

Yunho sonríe, aparta su mano y se abotona la camisa.

—Tengo deberes que cumplir. Pero créeme, con gusto me quedaría contigo —siente un pinchazo en el estómago. Su lobo no está de acuerdo.

Tae, con cara de cordero degollado, logra que Yunho lo lleve con él. Pronto se aburre mientras Yunho habla de negocios con otros hombres, luego encarga a un misterioso contacto investigar al hombre que amenaza sus tierras.

Jaejoong hace muecas mientras el dueño del local lo regaña, recordándole sus torpezas pasadas: la bandeja caída, la botella derramada sobre un cliente difícil.

—Te lo descontaré del sueldo. Y la próxima vez quedas despedido... a menos que aceptes mis otros requerimientos —dice en voz baja.

Jaejoong toma una bandeja. Por un segundo quiso golpearlo, pero respira hondo y va a atender a una pareja. Se detiene. Es demasiado tarde para retroceder. Abre su libreta.

—¿Qué se van a servir?

Tae arquea una ceja y sonríe con burla.

—Recítame el menú.

Jaejoong le señala el menú frente a sus narices.

Yunho carraspea y pide un café.

Tae insiste.

—Te he visto antes. Eres el mestizo, ¿verdad? Se habló mucho de ti en el campamento... No hueles como uno de nosotros.

Yunho lo fulmina con la mirada. Jaejoong sonríe, cortante.

—Me alegro de no oler a perro mojado.

Tae se pone de pie. Jaejoong no se inmuta.

—Basta —dice Yunho.

Jaejoong, sin mirarlo siquiera, espeta:

—Haz el favor de llevarte a tu mascota.

Tae va a responder, pero Yunho lo toma de la mano.

—Vamos a un lugar más privado.

Tae sonríe. Jaejoong respira hondo cuando se marchan. No puede evitar pensar que, en otras circunstancias, Yunho y él... No, se dice. No puede dejarse llevar por ilusiones. Un cobarde que niega sus sentimientos siempre será un cobarde, aunque sea un gran líder.

Qué contradictorio.


Cuando el hombre elegante está por llegar a la cafetería donde trabaja Jaejoong, recibe una llamada urgente. Suspira: dejará ese café para después.

Esa noche, Jaejoong hace doble turno. Pasada la medianoche, los demás se han ido. Solo queda sacar las bolsas de basura por la parte trasera. Hace una mueca: parece una escena de película de terror. Cierra el local y camina hacia el estacionamiento. Antes de llegar, cuatro tipos borrachos lo rodean.

—Qué suerte... cayó un angelito.

Jaejoong respira hondo y los enfrenta. Los hombres se miran y ríen.

—Si ya terminaron de reírse, pueden largarse.

La invitación no es bien recibida. ¿Qué puede hacer contra cuatro tipos con esa mirada sucia? Podría correr, como cuando era más joven. Pero la luna se asoma tras las nubes y un hormigueo recorre su cuerpo. Siente pinchazos en las encías; su visión se vuelve borrosa. Dos de los hombres se lanzan, pero los derriba con facilidad. El esfuerzo, sin embargo, es demasiado para quien apenas empieza a despertar su instinto animal.


Horas después

Despierta sobre un colchón mullido, cubierto de sábanas de seda. Pestañea, tratando de recordar.

—Buenos días, señorito. ¿Durmió bien? —pregunta un hombre elegante.

Jaejoong intenta salir de su confusión. El hombre sonríe.

—Permítame presentarme —dice, haciendo una leve reverencia—. Soy Min Jun, mayordomo del señor Kang... quien anoche lo salvó heroicamente de cuatro sujetos a los que, por cierto, usted dejó bastante maltrechos —sonríe.

—¿Kang? —repitió Jaejoong, confundido.

—Kang Dae, el poderoso —dice Min Jun, arqueando una ceja—. ¿No ha oído hablar de él?

En ese momento, la puerta se abre.

—Te esperaré abajo para desayunar juntos. Seguro tienes mil preguntas en esa linda cabecita —dice Kang Dae, sonriendo.

Luego mira a Min Jun.

—Y deja de llamarme el poderoso.

El joven se encoge de hombros.

—Es lo que significa su nombre.

—Y supongo que Min Jun significa tonto —replica Kang.

El mayordomo hace una mueca.

—Significa amable, inteligente y guapo.

Jaejoong los observa.

—¿Son pareja? —pregunta.

Min Jun casi se atraganta.

—¡No, que Dios me libre!

Kang Dae rueda los ojos.

—Ni siquiera mi mayordomo me respeta.

Jaejoong sonríe.

—Min Jun dijo que me defendiste de esos idiotas —dice.

Kang Dae sirve café en una taza de porcelana fina.

—¿Té o café?

—Café, por favor.

—Verás —dice Kang—, esa mañana tenía toda la intención de ir a verte, pero unos asuntos no tan importantes como tú me retuvieron. Por suerte, tuve el pálpito de pasar por esa calle. Vi cómo derribaste a dos y te desvaneciste. Antes de que pudieran tocarte un cabello, los reduje así —chasquea los dedos.

Min Jun rueda los ojos.


Horas después

El líder Jung camina furioso por la sala, mirando su reloj. Gruñe. Yunho respira hondo: también está molesto. Se suponía que tendrían una cita de negocios con un importante inversionista extranjero, pero la canceló por motivos personales.


En otro lugar

Jaejoong respira profundo mientras Kang Dae ajusta su cinturón de seguridad.

—¿Mareado? —pregunta Kang.

—Un poco —admite Jaejoong.

Kang sonríe, tranquilo.

—Es normal la primera vez. Aunque, cada vez que lo hagamos, lo sentirás más profundo... En mis brazos no tienes nada que temer.

Jaejoong sonríe, nervioso. El vértigo, las cosquillas y el miedo de arrojarse al vacío se mezclan en un grito casi orgásmico.

Más tarde, Jaejoong camina con las piernas temblorosas. Sonríe, avergonzado.

—Nunca en mi vida había hecho algo así... Es pura adrenalina.

Kang Dae sonríe, voz grave y seductora.

—Conmigo aprenderás a conocer las sensaciones más deliciosas.


...

jueves, 4 de agosto de 2022

PLENILUNIO 9

(Pacto de Lobos)


Ya había pasado tiempo desde la última vez que sus miradas se cruzaron y sus cuerpos se entregaron sin reservas.
Los recuerdos seguían ardiendo en la piel de Yunho, como brasas que nunca se apagaban, dejando un calor que se colaba hasta en sus sueños. Cada caricia, cada suspiro, cada roce brutal y dulce a la vez, revivían en su mente con una mezcla de anhelo y frustración. Resopló, resignado. Tal vez nunca volvería a sentir esa pasión desenfrenada, aquella intensidad que hacía temblar sus huesos y soltar los gritos más profundos. Pero sabía, con una certeza que apretaba su pecho, que había tomado la decisión correcta.

—Un líder insatisfecho nunca tendrá paz —dijo Junsu, su hermano, con un tono firme y algo de reproche.

Yunho apartó la mirada, intentando ignorar esas palabras. ¿Qué sabía su hermano sobre pasiones? Junsu era práctico, distante, incapaz de comprender la vorágine que le consumía por dentro. Aun así, la advertencia quedó clavada como una daga invisible.

De vez en cuando, sentía ese puñetazo de su lobo interior golpeándole el estómago, recordándole que la bestia estaba ahí, latente, hambrienta y descontrolada. Y entonces, la imagen de Jaejoong aparecía, desinhibido, rebelde, haciendo que su ceño se frunciera con celos y miedo a perderlo. Otro podría llegar a su vida, y él no podría hacer nada para detenerlo.

Esa necesidad incómoda, ardiente y persistente, le arrancaba sueños húmedos cada noche, sueños donde las sábanas se empapaban del fuego que seguía sin extinguirse en su alma. Para intentar calmar esa inquietud, Yunho había frecuentado bares, sumergiéndose en encuentros pasajeros, en cuerpos extraños que solo servían para llenar el vacío que solo Jaejoong podía colmar.

Una noche, conoció a un muchacho con un parecido físico inquietante a Jaejoong. Sin pensarlo, lo arrinconó en una callejuela oscura, dejando que la necesidad y la desesperación tomaran el control por un instante. Pero esos encuentros nunca lograban apaciguar el fuego que quemaba dentro.


Los planes de la boda seguían su curso, implacables, como un reloj de arena que se vaciaba lentamente. Yunho no ocultaba su amante; al contrario, se mostraban juntos en bares, en moteles discretos, sin temor ni vergüenza. Nadie cuestionaba la vida amorosa y sexual del futuro líder, porque detrás de esa fachada ruda y controlada, todos sabían que él tenía derecho a sus deseos.

Pero un día todo cambió.

Un enfrentamiento violento estalló entre los hombres del líder Jung y un grupo de seguidores de Soo. Los rumores corrían como fuego salvaje entre los clanes. Yunho, con el ceño fruncido, preguntó qué había sucedido.

Junsu respondió con una mueca amarga:

—Si dejaras de jugar con esa mala imitación, lo sabrías.

—Sé que no te agrada, pero él...

—No me importan tus falsos motivos.

—Lo que siento cuando estoy con él no es falso.

Junsu soltó un resoplido de desdén.

—Para un lobo, cualquier cuerpo puede saciar su lujuria. Sabes bien que me refiero a otra cosa.

Yunho apretó los labios, optando por no seguir discutiendo. Prefirió entrar a la sala mientras los rumores de traiciones entre los bandos se intensificaban. Nadie dudaba que Soo era un enemigo peligroso, un traidor al que era mejor tener cerca para vigilar.

Pero esa regla estaba a punto de romperse.

Los ánimos se caldearon hasta el límite. Los líderes alzaron la voz con furia, conscientes de que no podían coexistir dos alfas en un mismo territorio. Aunque Yunho había sido designado como el único líder de ambos clanes, Soo se negó a aceptar el pacto, rompiéndolo sin contemplaciones.

Los más sanguinarios propusieron un combate, un desafío para que cada líder nombrara a un campeón que los representara.

Por supuesto, Yunho aceptó. Se enfrentó al mejor hombre de Soo en una lucha que dejó marcas en su cuerpo y en su orgullo. La batalla fue dura, cada golpe resonó como un trueno, cada movimiento una danza de poder y voluntad.

Al final, Yunho salió vencedor. Fue levantado en andas por sus seguidores, mientras el aire vibraba con vítores.

Soo, en lugar de enojarse, soltó una risa amarga.

—Todo fue un montaje para medir la reacción del futuro líder —dijo con una sonrisa torcida.

Pero Yunho no se dejó engañar por esa excusa barata. No tomó represalias; en cambio, usó la oportunidad para romper el compromiso que mantenía con Soo. Aunque no le gustó, Soo lo aceptó.

—Es mejor vigilar al enemigo de cerca —pensó Yunho, sintiendo la pesada carga de la responsabilidad sobre sus hombros.


En otro lugar, Soo intentaba calmar a Yuta, que no aceptaba la ruptura del compromiso.

—Deja de gritar —le advirtió Soo, con voz fría—. No cambiarás la decisión de Yunho con berrinches.

—¡Oblígalo a casarse conmigo! —gritó Yuta, desesperada—. ¡Seré la burla de todas las envidiosas!

Soo suspiró, sin mostrar simpatía.

—Encontraré otro pretendiente digno de ti, no un campesino con gustos excéntricos.

Yuta estalló en un berrinche que sólo los sirvientes soportaron con paciencia.


Mientras tanto, Yunho se miraba al espejo, abotonándose la camisa con cuidado. Junsu apareció con una mueca de ironía.

—Supongo que vas a ver a tu amante —dijo con tono burlón.

—Supones bien —respondió Yunho sin apartar la mirada.

Junsu se cruzó de brazos.

—Si ya no hay impedimentos, ¿por qué no buscas a…?

—Imposible —interrumpió Yunho con firmeza.

—¿Por qué? ¿Es por su mitad humana? Ya veo, sigues con esa estúpida idea de depurar la sangre, ¿verdad?

Yunho resopló, cansado de las mismas discusiones.

—Hermano, búscate alguien más. Así no te meterás en mis relaciones.

Junsu sonrió.

—Está bien, no diré nada. Pero después no vengas a llorar.

Yunho rió por primera vez en horas.


Semanas después, Jaejoong corría entre las mesas del bar donde trabajaba. Esa noche, un grupo de jóvenes lobos entró al local. Su presencia le erizó la piel; temía ser descubierto, que supieran de su sangre mestiza.

Pero no pasó nada. Su lado humano parecía más fuerte que el lobo dormido dentro de él. Respiró aliviado, aunque la decepción también lo invadió. Llevar la carga de dos naturalezas era un peso cruel.

Cuando llevaba una bandeja con cervezas, escuchó la conversación de los jóvenes.

—¿En serio pasó eso? —preguntó uno, curioso.

—Sí, los clanes Jung y Soo se enfrentaron y acusaron traición.

—El futuro líder fue elegido campeón y venció, además rompió el compromiso.

Jaejoong alzó una ceja, sonrió sin poder evitarlo.

—Dicen que Jung Yunho tiene un amante —continuó otro.

El corazón de Jaejoong se aceleró. ¿Hablaban de él?

Un joven más alzó una ceja.

—Hablas de Tae, ¿verdad?

—Sí, el mismo.

—Cuando Yuta se enteró, secuestró al chico, pero Yunho no dudó en rescatarlo. Eso sí que es amor.

Todos brindaron con risas.

Jaejoong dejó caer la bandeja, ruborizado, y salió corriendo hacia una callejuela. Allí lloró hasta quedarse sin lágrimas, sintiendo que su lobo nunca despertaría.



La lluvia comenzó a caer con fuerza mientras Jaejoong caminaba por las calles solitarias. Intentó no pensar en Yunho ni en el vacío que sentía, pero cada gota parecía recordarle la soledad de su corazón roto. De repente, chocó contra un hombre alto y atractivo que, sin dudarlo, le ofreció su paraguas.

—No te haré daño —dijo con una sonrisa cálida—. Solo quiero protegerte de la tormenta.

Jaejoong lo miró desconfiado.

—No me conoces.

—Te he visto en el bar donde trabajas —respondió él con una media sonrisa.

Una chispa de curiosidad y algo más despertó en Jaejoong, quien respondió con una sonrisa tímida.

—¿Me estás acechando? —bromeó—. Eres el tipo que siempre se sienta en el rincón y pide lo mismo cada noche. Esa sonrisa tuya es condenadamente sexy.

El hombre rió con suavidad y le propuso esperar juntos a que pasara la lluvia en un bar cercano. Jaejoong vaciló, pero su lobo, adormecido pero atento, le impulsó a aceptar, manteniendo sus sentidos alerta.

En el bar, entre cervezas y risas, comenzaron a conocerse: películas favoritas, comida, pequeños secretos y anécdotas que hacían latir el corazón de Jaejoong con una mezcla de emoción y cautela.

Cuando Jaejoong preguntó su nombre, el hombre respondió con una sonrisa misteriosa:

—Te lo diré la próxima vez. Así tendré una excusa para verte de nuevo.

Jaejoong no pudo evitar sonreír. Por primera vez en mucho tiempo, algo parecía diferente.


Al día siguiente, Jaejoong se sentó en un banco de la plaza, intentando ordenar sus pensamientos. La lluvia había cesado, y el sol calentaba suavemente su piel. Cerró los ojos por un momento, dejando que el recuerdo de la noche anterior se instalara con una cálida esperanza en su pecho.

Pero su paz fue interrumpida por niños que corrían y lanzaban pistolas de agua, empapándolo por completo. Hizo una mueca y luego sonrió, recordando su propia infancia y las bromas que solía hacerle a Yunho, quien siempre terminaba tumbado en el pasto. También recordó a Junsu, su eterno apoyo en esas travesuras.

Más tarde, en el bar donde trabajaba, Jaejoong buscó al hombre misterioso en el rincón habitual, pero no apareció. Los días pasaron, y aquella ausencia comenzó a pesar en su ánimo.

Un día, mientras servía unas cervezas, escuchó una conversación entre un grupo de jóvenes lobos que comentaban sobre el futuro líder y su supuesta relación amorosa.

—¿Sabías que el futuro líder, Jung Yunho, tiene un amante? —dijo uno con voz baja.

El corazón de Jaejoong latió con fuerza; ¿sería él de quien hablaban? Sintió una mezcla de miedo y orgullo, y al instante, dejó caer la bandeja que llevaba, huyendo hacia la parte trasera del bar. Allí, en la soledad de una callejuela, permitió que las lágrimas fluyeran libremente, lamentando la crueldad de su propia naturaleza.


Mientras Jaejoong sollozaba en la callejuela, las voces de los jóvenes en el bar continuaban resonando en su mente.

—¿Se fijaron en el mesero? Creo que lo he visto antes.

—Sí, si lo hubiera visto antes, seguro no lo olvidaría. ¿Viste lo torpe y sexy que es?

Las risas se mezclaban con los ecos de sus propios pensamientos, y Jaejoong se sintió pequeño y vulnerable. Su vida dividida entre dos mundos lo hacía sentir un extraño, atrapado entre su humanidad y su naturaleza de lobo.

Después de secarse las lágrimas, respiró profundo y decidió regresar a su cuarto arrendado. Golpeó la almohada con frustración.

—¡Tonto cachorro! —murmuró con rabia y tristeza—. Solo fue una noche... como dijo él, está con otro y no lo oculta. Soy un estúpido.

Se duchó, tratando de borrar la sensación de vacío, y salió a caminar sin rumbo. De repente, comenzó a llover a cántaros. Corrió para refugiarse bajo un techo, y justo en ese momento chocó con un hombre alto y atractivo, quien sin dudarlo le ofreció su paraguas.

—No te haré daño —dijo con voz suave—. Solo quiero protegerte.

Jaejoong lo miró con desconfianza.

—No me conoces.

—Te he visto en el bar donde trabajas.

El hombre sonrió con esa media sonrisa que parecía esconder secretos, y Jaejoong sintió que algo en su interior se removía.

—¿Me estás acechando? —preguntó, divertido a pesar de sí mismo—. Eres el tipo que siempre se sienta en el rincón y pide lo mismo todas las noches. Esa sonrisa tuya es condenadamente sexy.

El hombre rió y lo invitó a entrar a un bar cercano para esperar que la lluvia amainara.


Ya dentro del bar, las luces tenues y el aroma a madera añeja creaban una atmósfera íntima y acogedora. El hombre pidió dos cervezas, y poco a poco la tensión que Jaejoong sentía comenzó a disiparse, sustituida por una curiosa mezcla de intriga y comodidad.

Hablaron de cosas cotidianas, de películas favoritas, de comidas y de fines de semana soñados. Rieron juntos, y Jaejoong notó cómo, por primera vez en mucho tiempo, se permitía ser él mismo sin máscaras ni miedos.

Cuando la noche avanzaba, Jaejoong se animó a preguntar:

—¿Me dirás tu nombre? Hemos hablado de todo, y no sé con quién he compartido estas historias.

El hombre lo miró con intensidad, con esa sonrisa pícara que hacía latir con más fuerza el corazón de Jaejoong.

—Te lo diré la próxima vez —respondió—. Así tendré una excusa para verte de nuevo.

Jaejoong no pudo evitar sonreír, un brillo de esperanza asomó en sus ojos cansados.

Al día siguiente, sentado en un banco de la plaza, Jaejoong dejó que el sol calentara su piel mientras trataba de ordenar sus pensamientos. Los niños pasaban corriendo, salpicándolo con pistolas de agua; él sonrió al recordar su propia infancia, llena de travesuras y de momentos con Yunho y Junsu.

Pero esa felicidad se mezclaba con la incertidumbre de su presente. No sabía si algún día podría ser completamente aceptado ni si su lobo, tan dormido y callado, alguna vez despertaría del todo.


Los días pasaron lentos y silenciosos. Jaejoong volvía cada noche al bar con la esperanza de ver al hombre de la sonrisa pícara, pero sus mesas se quedaban vacías, y el rincón solitario seguía intacto. La ansiedad comenzó a apoderarse de él, mezclándose con la frustración que sentía por el espacio que Yunho había dejado en su vida.

Una noche, cuando las luces del bar ya eran un susurro y los murmullos llenaban el ambiente, apareció Yoochun, con esa presencia relajada pero firme que siempre había tenido. Jaejoong sintió un alivio inmediato, como si la tormenta de sus emociones encontrara un ancla.

—¿Por qué esa cara tan seria? —preguntó Yoochun con una sonrisa.

—¿Me estás vigilando? —bromeó Jaejoong, aunque en el fondo agradecía tener a alguien en quien confiar.

—Claro que sí —respondió Yoochun, haciendo una mueca divertida—. Y me alegra verte, sabes que siempre estoy para ti.

Ese momento de sinceridad le permitió a Jaejoong abrirse un poco más. Compartieron risas, frustraciones y sueños rotos, y en el aire quedó una promesa tácita: no estaba solo.

Pero el peso de sus pensamientos regresó cuando Yoochun mencionó su molestia por Yunho.

—Voy a patearle el trasero cuando lo vea —dijo con determinación.

—Déjalo —respondió Jaejoong con una sonrisa melancólica—. Cuando llegue el momento, seré yo quien se lo haga saber.

Yoochun soltó una carcajada, admirando la nobleza y terquedad de su amigo.




CONTINUARÁ.

PLENILUNIO 15

 Pronto serán los juegos anuales de destreza, y esta vez será especial. Cada cinco años todos los clanes, sin distinción, tiene el derecho d...