(Pacto de Lobos)
Pasado el mediodía
—Como no conozco del todo sus gustos, le preparé un poco de todo. Espero que sea de su agrado, señorito —dijo Min Jun, esbozando una sonrisa al ver la expresión de sorpresa de Jaejoong.
—Todo eso... ¿es para mí? —preguntó él, incrédulo, ante la variedad de exquisitos platillos dispuestos sobre la mesa.
—El señor Kang me ordenó atenderlo bien —respondió Min Jun mientras llenaba su taza de café—. ¿Qué le pareció la experiencia de esta mañana? Espero que haya sido... emocionante.
Jaejoong dejó escapar una pequeña risa.
—Decir emocionante es poco. Nunca había saltado en paracaídas... tuve miedo, incluso mareos, pero Kang me dio valor para lanzarme. La sensación en el estómago, ese cosquilleo antes de caer al vacío... fue como un orgasmo. Todavía me tiemblan las piernas.
El mayordomo sonrió, contagiado por su entusiasmo.
—Conozco bien esa sensación —carraspeó, algo incómodo—. El señor Kang es un excelente paracaidista. No hay nada que no pueda hacer.
—Ya veo que lo admira mucho —comentó Jaejoong, divertido.
—Así es... pero le ruego no se lo mencione.
Ambos soltaron una carcajada.
Jaejoong dirigió una mirada fugaz hacia las escaleras.
—El señor Kang tuvo que salir un momento —explicó Min Jun enseguida—. Me pidió que le ofreciera disculpas. No se preocupe, aquí está completamente seguro.
Jaejoong arqueó una ceja.
—¿Seguro?
Min Jun volvió a aclararse la garganta.
—El señor es muy protector.
Mientras tanto...
Soo caminaba de un lado a otro como fiera enjaulada, lanzando maldiciones; cualquiera que se cruzara con él recibía parte de su furia.
—¡Cálmate! —le gritó uno de sus aliados.
Soo lo fulminó con la mirada antes de dejarse caer pesadamente en un sillón. Tomó un trago largo, luego otro... hasta casi vaciar la botella.
—Emborrachándote no arreglarás nada.
—¡Al diablo! —escupió Soo.
—No cometas errores, Soo.
Soo se inclinó hacia adelante, con una sonrisa torcida.
—El clan Jung debe caer. Solo yo merezco liderar todos los clanes.
El otro hombre negó con la cabeza, incrédulo.
—Mucho discurso, poca sustancia. Si quieres demostrar tu derecho, enfréntate al futuro líder y véncelo. Pero sabemos que no tienes ninguna oportunidad.
Soo entrecerró los ojos.
—Encontraré la forma... sin ensuciarme las manos.
El otro soltó una risa seca.
—Hay algo más importante que los Jung. El hijo del príncipe Han es el verdadero peligro, incluso para ellos.
Soo sonrió con siniestro deleite.
—He enviado a mis mejores hombres tras su pista. No descansarán hasta acabar con él.
En la mansión Jung
Yunho, recién llegado de la ciudad, escuchó gritos que salían del despacho. Al abrir la puerta, vio a su padre alzando el brazo, a punto de golpear a Junsu. Sin dudarlo, Yunho se interpuso.
—No te atrevas —gruñó, con los dientes apretados.
—No te atrevas tú a desafiarme —rugió su padre—. Eres mi hijo mayor, pero aún no has sido proclamado líder. ¡Quítate o te golpearé a ti también!
Yunho se plantó aún más firme, acercándose peligrosamente.
—Adelante. Golpéame. Descarga tu rabia... pero a mi hermano no lo tocas.
El líder Jung bajó el brazo, fulminó a Junsu con la mirada.
—Contigo hablaré después —escupió.
—Lo que tengas que decir, dilo ahora —le espetó Yunho, implacable.
Su padre hizo una mueca de desprecio.
—Tu hermanito ocultó información importante.
Yunho miró a Junsu, que bajó la vista, incapaz de sostenerle la mirada.
—No puede ni mirarte a los ojos. Es débil, una vergüenza —bufó el líder—. No parece hijo mío.
Yunho rodeó los hombros de Junsu con una mano protectora.
—Ve a tu cuarto —ordenó, suave pero firme.
Cuando Junsu salió, Yunho volvió a enfrentar a su padre.
—Deja de tratarlo así. Es tu hijo.
El líder respiró hondo, conteniendo su rabia.
—Es demasiado débil. Deja de protegerlo y consentirlo, o nunca aprenderá a ser un hombre. Si no cambia antes del próximo plenilunio, me encargaré yo mismo.
Yunho clavó la mirada en él.
—Toda mi vida obedecí tus órdenes, sacrifiqué lo que sentía por tu causa... pero a Junsu no lo arrastrarás contigo.
—¿Acaso debo repetírtelo todo de nuevo?
—No hace falta —replicó Yunho, helado—. Me sé de memoria tu letanía.
El líder Jung bebió un trago de vino, gruñó entre dientes.
—Ahora lo ves injusto, pero cuando tengas hijos entenderás. No hay nada más valioso que heredar tierras donde puedan nacer y crecer en libertad. ¡Debes mantener a los mestizos lejos! Los humanos... son la peor plaga de este mundo.
En otro lugar
Han Hana esperaba en la habitación de un hotel de lujo. Cuando vio entrar a Eunji, contuvo la respiración. Entre ellos ardía un fuego secreto.
—Por favor, Eunji —suplicó ella, mientras él la rodeaba con sus manos ásperas—. No podemos seguir viéndonos así. No está bien.
Él esbozó una sonrisa ladeada, sus dedos rozando la curva de sus pechos.
—¿De verdad quieres que me vaya?
—No soy una jovencita ingenua.
—Y me alegra que así sea —murmuró él, antes de besarla. Ella se rindió, olvidándose del mundo cuando la llevó a la cama.
En el pueblo
Yunho entró sin llamar a la habitación de Junsu. Lo encontró sentado en el suelo, abrazándose las piernas.
—Soy la vergüenza de la familia, ¿verdad? —murmuró Junsu, sin mirarlo.
Yunho revolvió su cabello.
—Deja de decir tonterías.
Junsu levantó la vista, vulnerable.
—No sabía que era importante... lo del forastero.
Yunho arqueó una ceja.
—¿Forastero?
—Fue amable, educado... —su rubor lo delató.
Yunho sonrió apenas.
—¿Qué te preguntó?
—Quería saber historias del pueblo... mitos, leyendas. Dijo que era para un reportaje de naturaleza, o algo así. No vi el peligro.
—¿Qué le contaste exactamente?
—Nada serio... solo historias de ancianos, sangre pura de lobos...
Yunho suspiró, conteniéndose.
—¿Le contaste nuestra historia a un desconocido?
—Le dije que eran cuentos para asustar a niños. Nada más.
Yunho respiró hondo.
—Está bien. No hay por qué alarmarse.
—Pero padre está furioso...
—Ya sabes cómo es, le gusta gritar por todo.
Yunho no preguntó más, no quería preocuparlo. Sin embargo, esa noche puso a varios hombres a vigilar la mansión. No le creyó ni una palabra a ese cuento del reportaje.
En la ciudad
Jaejoong hojeaba libros en la sala de Kang Dae, distraído. Observó los cuadros colgados, retratos de hombres con atuendos tradicionales. Miró el reloj: era tarde. Se levantó para marcharse, pero Min Jun lo detuvo.
—Por favor, señorito... espere. Si se va, el señor Kang me degollará —dijo, con humor forzado.
Esa noche
Kang Dae lo invitó a un concierto de violines. Luego cenaron en un restaurante elegante y terminaron caminando por un parque iluminado por cientos de faroles. Las ramas de los árboles se entrelazaban formando arcos, dándole al lugar un aire casi irreal.
Cuando Jaejoong intentó despedirse, Kang se negó a dejarlo marchar solo.
—Min Jun preparó la suite de invitados. No queremos que se sienta ignorado, ¿verdad?
Ya en la habitación, Jaejoong suspiró, mirando alrededor. Todo era demasiado lujoso. Extrañaba el aroma del bosque. Se dejó caer en la cama, suave como una nube. No sabía qué pensar de Kang Dae. Era encantador, atractivo... Y sin embargo, su corazón seguía siendo de Yunho. Pero Kang despertaba en él sensaciones difíciles de ignorar.
Al día siguiente
—Amigo mío —le dijo Yoochun con una risa burlona—, no eres una doncella. Dale a tu cuerpo lo que te pide. Deja las novelas rosas. ¡Por Dios! Tienes a un hombre como ese rendido a tus pies y ¿le vas a negar el agua? Además, es bueno para la piel.
Jaejoong rió. Yoochun siempre tenía una forma tan práctica de verlo todo.
—Te llamé varias veces, ¿dónde estabas? —le preguntó.
Yoochun suspiró teatralmente.
—Haciendo averiguaciones.
—Esa sonrisa... Park Yoochun, dime la verdad. ¿Conociste a alguien?
Yoochun soltó un largo suspiro, provocando la risa de Jaejoong.
—Bastante especial.
—¿Y?
—Nada.
—¿Nada? —Jaejoong arqueó una ceja, divertido—. Si Park Yoochun no conquistó a alguien, es grave.
Yoochun puso cara de santo.
—Así como me ves, tengo principios. Jamás aprovecharía la inocencia de alguien.
Jaejoong parpadeó. Era la primera vez que escuchaba a Yoochun hablar así. Debía ser alguien realmente especial.
Continuará...
Próximo capítulo:Grandes revelaciones.