(Pacto de Lobos)
Mientras tanto...
Jaejoong cierra el libro, la vela casi consumida tiembla cuando la brisa se cuela por la ventana. Yoochun duerme a su lado, roncando suavemente sobre un montón de cojines.
Pero Jaejoong no puede dormir. Algo lo inquieta. Se acerca a la ventana, observa el cielo. La luna está menguante, pero aún así su lobo interior da señales, se retuerce, araña sus entrañas.
Recuerda las palabras de Yoochun “¿Estás enamorado?” y se muerde los labios. No, no puedo estarlo. No tiene sentido. No tiene… futuro.
Siente algo detrás. Se da la vuelta de golpe. Es Geong, que sin hacer ruido se ha colado en la habitación.
—¿Qué haces aquí? —gruñe Jaejoong en voz baja, lanzándole una mirada fría.
Geong sonríe de lado, inclinándose como un actor de teatro.
—No podía dormir, pensé que querrías compañía —dice, caminando alrededor de él como un depredador que mide a su presa—. ¿Sabes? Te ves tan... vulnerable cuando miras la luna.
Jaejoong retrocede, pero su espalda choca con la pared.
—No quiero hablar contigo —dice con voz firme, aunque su corazón late con fuerza.
Geong posa una mano a cada lado de su cabeza, cercándolo—. No mientas. Puedo olerlo. Tú necesitas...
Pero no termina. Un gruñido bajo retumba detrás de él. Yoochun está de pie, medio dormido pero con los ojos brillando de furia.
—Te dije que no lo presionaras —advierte Yoochun, con un filo en la voz que sorprende incluso a Jaejoong.
Geong suspira, su mueca se vuelve cínica.
—Relájate, solo estábamos hablando. —Y se marcha, cerrando la puerta tras él con un suave clic.
Jaejoong se deja caer al suelo, respirando agitado. Yoochun se arrodilla a su lado, pasa un brazo por sus hombros.
—Te dije que es como una serpiente, debes tener cuidado —susurra.
Jaejoong asiente, hundiendo la frente contra su hombro—. Estoy cansado, Yoochun. De todo esto.
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Muy lejos de allí, Yunho recorre un pasillo de piedra fría en la universidad. Es invierno y sus pulmones exhalan vapor cada vez que suspira.
Ha pasado semanas enteras entrenando, estudiando, enfrentando a lobos arrogantes de otras familias. Todos quieren ponerlo a prueba. Todos quieren ver si el heredero de Jung merece su lugar.
Pero cada noche, cuando cierra los ojos, solo hay un recuerdo. Unos ojos brillantes como la luna reflejada en un lago oscuro.
Se odia por soñarlo. Se odia por imaginarlo en su cama. Se odia por no poder borrarlo.
Su lobo ruge dentro, exige respuestas que Yunho aún no puede darle.
En la biblioteca, un profesor anciano se le acerca, dejándole un sobre sellado con el símbolo de su clan.
—Deberías escribir a tu prometida, señor Jung —le dice con una sonrisa falsa.
Yunho no responde. Abre el sobre solo para encontrar instrucciones, planes, deberes. Promesas de un futuro dorado… pero que no le pertenece.
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En el bosque, el anciano vuelve a arrojar sus runas sobre la vieja manta de piel.
Esta vez, una runa cae lejos de las demás. Es la que lleva la marca del lobo errante.
El anciano sonríe, murmurando para sí mismo:
—El agua siempre regresa a su cauce... pero este río traerá tormenta.
Y sopla la vela, apagándola.
Continuamos?
En el próximo capítulo, un encuentro apasionado.
Me encantó, está el terreno casi listo para empezar a entender muchas cosas. Gracias por actualización. Un gran abrazo!!!
ResponderEliminarGracias por seguir leyendo y comentando.
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