Quince años
después.
Una
guerra de intereses políticos y sociales estalló entre los partidarios del Norte
y del Sur. Una dura batalla civil. Las calles eran dominadas por los soldados
que se tomaban, a veces, atribuciones egoístas.
Los
conventos se volvieron hospitales de campaña…las Superioras de cada
congregación alzaban la mirada al cielo por la invasión de hombres impuros. Las
hormonas de las jóvenes novicias estaban desatadas. Por lo cual el santo padre
decretó que todos los soldados heridos fueran enviados a los monasterios de
novicios hombres. Aunque duda que eso sea la solución, el mundo está lleno de
pecado y deseos lujuriosos. Dice mientras recorre con la mirada la figura del
nuevo sacristán.
Jung
Yunho, capitán de una tropa de valientes soldados, se ha visto reacio…Arruga el
ceño, si los hospitales de campaña no estuvieran tan abarrotados, por ningún
motivo llevaría a sus hombres a ese lugar.
No
entiendo tu aversión a las sotanas, dijo riendo su segundo al mando, Shim
Changmin.
El
capitán hizo una mueca.
Finalmente
las grandes puertas de hierro se abrieron rechinando…El capitán observa a los
monjes que están en el patio principal, algunos con capuchas, bajan la mirada.
Somos
demasiado impuros, dice Changmin con tono sarcástico. (baja el tono de su voz)
En verdad este lugar me da escalofríos., aunque tiene una belleza lúgubre.
—Pasé
parte de mi niñez en este lugar…
Changmin
se sorprende—Entiendo…
No,
no entiendes…
Fue
cuando a cierta distancia, una puerta se abre y sale un grupo de novicios con
túnicas blancas, cantaban y lucían como ángeles. Caminaron por lo largo de un
corredor., hasta perderse de la vista de los soldados.
Momento
de silencio, hasta que el capitán recordó a ese pequeño niño…fue hace tantos
años, pero, por alguna razón lo había borrado de su memoria, quizás para no
recordar su estadía en el orfanato.
Changmin—Te
has quedado muy callado, viste un fantasma?
Yunho
respira hondo—Un fantasma?, juro que si veo al viejo cura, lo vuelvo a enviar
al infierno y me aseguraría que no vuelva a salir.
Changmin
alza una ceja—Siempre has sido muy reservado, pero, hoy pequeños secretos se te
han escapado.
Yunho
frunce el ceño—Es culpa de este endemoniado lugar.
Un
sacerdote se acerca y da la bienvenida, los conduce hacia uno de los
corredores…les indica las celdas que usarán. El capitán observa el lugar, hace
una mueca…espera salir de ese lugar lo antes posible.
Algunos
monjes curaron las heridas de los soldados y alimentaron. En la cocina había un
fondo grande, donde hervían hierbas y pócimas medicinales.
Se
decía que la medicina de los sacerdotes venía directamente de Dios.
El
capitán hace una mueca, parecía una escena de brujos, con esos atuendos,
sotanas y capuchas, con las cuales no podía ver el rostro de los monjes.
Porqué
cubren sus rostros, preguntó Changmin…
Cubrimos
sus rostros ante la mirada pecaminosa de los forasteros.
El
sacerdote se va…
Changmin
hace una mueca—Supongo que los pecaminosos forasteros somos nosotros.
Yunho
esboza una sonrisa., respira hondo…deseo regresar a casa y hacerme cargo de las
tierras de mis padres.
Y
casarte con tu prometida.
El
capitán rueda los ojos—Si te refieres a esa niña caprichosa, mejor prefiero
quedarme aquí.
Ambos
ríen.
Yunho tenía solo catorce años,
cuando escapó trepando las murallas del monasterio. Antes tomó de la mano al
pequeño que protegía, por qué, simplemente lo hizo. Lo dejó en el jardín, pudo
llevarlo con él, pero era demasiado pequeño. Finalmente lo atraparon y llevaron
al orfanato. Fue tratado como un adulto, sin clemencia ni misericordia. Tuvo
que madurar antes de tiempo, cuidarse las espaldas y patear a quien fuera para
no perder su dignidad. Endureció su corazón y carácter…fue respetado, incluso
por los muchachos mayores. Al cumplir quince años, en una fiesta de
beneficencia que organizaban las damas de la alta sociedad, para muchos una
diversión, tuvo la fortuna de ser adoptado por una pareja de terratenientes y
cercanos al mismísimo príncipe.
En cuanto a lo ocurrido esa noche,
se podría decir que el joven Yunho ayudó al final desenlace en la vida del
sacerdote, quien ya contaba con más enfermedades que años. La excitación y el
no poder tocar al pequeño niño, quien no tendría más de cinco años, hicieron
que todo su organismo reventara. La sangre brotaba de sus ojos y boca. Por
supuesto tras ser empujado contra la pared, para quitarlo del camino del
pequeño. Desde aquel incidente, otros se presentaron de forma misteriosa…los
viejos sacerdotes, creyeron ver en el pequeño una presencia maligna. Y tal vez
no estaban tan errados.
Comenzaron
a llegar otras caravanas con soldados hambrientos y algunos heridos.
No
daremos abasto, dijo el sacerdote…
Este
lugar es más que grande, tiene muchas celdas (indica el corredor)
El
sacerdote se ofuscó—¡De ninguna manera!
El
capitán alza una ceja—Qué esconde, al enemigo?
El
sacerdote se ofusca más—Hombre pecador…allí permanecen nuestros novicios a la
espera de ser ordenados y consagrados a la vida religiosa…Está prohibido para
ustedes verlos o acercarse. Serían impuros ante los ojos de Dios.
O
sea que tienen a un grupo de muchachos prisioneros.
Son
esclavos del señor.
Lo
admite.
¡Que
absurdo! ¡Me quejaré con el santo padre! ¡Y será excomulgado!
El
capitán Yunho bostezando, contesta—Hay algún burdel por aquí cerca? Necesito
liberar mi “alma”
El
sacerdote retrocedió aterrado, como si estuviera viendo y escuchando al mismo
demonio.
Changmin rueda los ojos—Oye, hombre pecador, ya déjalo.
No lo provoques o en verdad te excomulgarán y eso molestará mucho a tus padres.
Vamos a comer algo, pan y vino celestial (ríe)
Seguro
sabrá a hiel, refunfuñó el capitán.
Mientras
en el corredor prohibido…los muchachos se acercan a las ventanas abarrotadas
con gruesos fierros, pero no pueden ver nada, otra maya de alambres cubre toda
visibilidad.
Algunos
se han conformado con la vida que fue elegida para ellos, pero otros no se
doblegan, aunque las varillas duelan como aguijones.
Jaejoong,
volverán a castigarte, dice un joven novicio…pero Jaejoong no lo escucha y
salta la valla, quería ver a los soldados, saber si se parecen a los monjes, y
si son demonios como dicen los sacerdotes. Camina sigiloso por el corredor,
nadie lo ve…de alguna manera siempre logra no ser visto, salvo algunas
ocasiones en que es severamente castigado, y cada castigo significa para
Jaejoong una nueva y fuerte perseverancia de voluntad y alma.
Los
cascos de un caballo, hace que mire en dirección contraria…la noche parece día,
tan clara por el favor de la luna. Se escabulle hasta el jardín, como si fuera
una sombra, conoce cada rincón, cada recoveco…quita un ladrillo que por años ha
sido su ventana hacia la libertad.
Sus
ojos se agrandan y sintió un vuelco en el corazón…vio a un jinete, de porte
gallardo, como las novelas que una noche robó de la biblioteca (No solo libros
sagrados hay en ella, también otros pecaminosos textos)…lo siguió con la mirada
hasta que no pudo verlo más.
Se
quedó apoyado en la muralla, tratando de comprender la falta de aire y
preguntándose, quien será ese jinete, un valiente soldado o un sensual demonio.
El
pecado de la lujuria, es el peor y más tentador de todos.
CONTINUARÁ...
Depende, ya saben.
Me encantan las historias de época y ésta me parece muy buena, sobre todo cuando se dejan al descubierto las verdades de lo que pasaba en los conventos por aquellos años. Muchas gracias!!!
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